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La Cristiandad Extraviada Introducción | ¿Que dice la Biblia? | Conclusion Introducción Consideremos primeramente la teoría universal referente a la naturaleza humana. Dicha teoría enseña que el hombre es esencialmente un ser espiritual, inmaterial e inmortal, que vive dentro de un cuerpo material dotado de los órganos necesarios para la manifestación de su "yo" interno, invisible e indestructible en este mundo externo y material. El cuerpo físico no se considera esencial para la identidad o existencia del hombre. Se entiende que su "yo" propiamente dicho subsiste en la entidad inmaterial o chispa divina llamada alma o espíritu. Los miembros que componen el cuerpo son considerados como cosas que el hombre utiliza en la misma manera que un mecánico utiliza sus herramientas: son las agencias externas por cuyo medio se ejecutan los mandatos del "hombre interno." Las cualidades mentales, tales como razón, sentimiento y estado de ánimo, se consideran como los atributos de la "esencia" espiritual que se supone constituye al hombre. Se admite, por supuesto, que el cuerpo se deriva materialmente del "polvo de la tierra," pero se cree que la "esencia" ha venido de Dios mismo, que en realidad es una parte de la Deidad misma, una chispa o partícula que se desprendió de la naturaleza divina y que tiene inteligencia y existencia independiente del organismo corpóreo con el cual está asociada. En conformidad con esta creencia, se considera que la muerte no afecta la existencia del hombre. Se le considera sencillamente como la destrucción del organismo material, que libera al hombre inmortal e intangible de la esclavitud de esta "envoltura mortal," y despojado de ella, se va volando a las regiones espirituales, para felicidad o miseria eternas, según hayan sido sus acciones en el cuerpo. Ahora bien, en oposición a esta creencia, mostraremos que según las Escrituras, el hombre está desprovisto de inmortalidad en todo sentido; que es una criatura de sustancia organizada que subsiste por el poder vivificante de Dios, que él comparte con toda criatura viviente bajo el sol; que sólo se disfruta de esta vida durante un breve período de unos setenta años poco más o menos, al final de los cuales la entrega a Aquel de quien la recibió; y el hombre regresa al polvo, de donde originalmente vino, y desde entonces deja de existir. Semejante afirmación podrá parecer sorprendente para la susceptibilidad religiosa común, pero exige una investigación. Nuestra tarea es examinar la evidencia bíblica. ¿Que Dice la Biblia? Sin embargo, algunos tal vez no estén convencidos de que la doctrina de la inmortalidad del alma no está mencionada en las Sagradas Escrituras. Recordando el constante uso de la palabra "alma," posiblemente estén dispuestos a considerar que la inmortalidad de ella está aprobada y respaldada de una manera que hace innecesaria su enunciación formal. Para el beneficio de los tales, es apropiado considerar el uso que se hace en las Escrituras de la palabra "alma," a fin de descubrir su significado. La palabra "alma" es la traducción al castellano del vocablo hebreo néfesh (en el Antiguo Testamento) o del vocablo griego psiqué (en el Nuevo Testamento). En su sentido original, "alma" significa simplemente una criatura que respira, sea hombre o bestia, sin ninguna referencia a su naturaleza ni a la duración de su existencia. Este hecho está notablemente ilustrado en la traducción adoptada por nuestros traductores en los primeros capítulos del Génesis, donde tanto las bestias (Génesis 1:20, 21, 24) como Adán mismo (Génesis 2:7) son llamados "seres vivientes" (en hebreo néfesh jayá, es decir, "almas vivientes": ver 1 Corintios 15:45). El vocablo néfesh, "alma," se emplea para expresar diversas ideas que tienen como significado fundamental la acción de respirar para vivir. Se aplica a personas en el siguiente ejemplo:
En otro caso típico se aplica a animales:
El mismo vocablo también se utiliza para representar los pensamientos, el estado de ánimo o la vida misma de una persona. El alma puede tener hambre (Proverbios 19:15), ayunar (Salmos 35:13), quedar satisfecha con el alimento (Proverbios 13:25), ser estrangulada (Job 7:15), descender al sepulcro (Job 33:18, 22, 28, 30), donde permanece en silencio (Salmos 94:17), y subir del sepulcro (Salmos 30:3). Nunca se describe como algo inmortal o inmaterial. El vocablo original ocurre en el Antiguo Testamento alrededor de 700 veces y en el Nuevo Testamento como 180 veces; y entre toda la diversidad de formas en que se traduce, es imposible descubrir algo que se aproxime a la creencia popular. Se traduce como "alma" 416 veces, como "persona" o "vida" otras muchas veces, y también como "animal," "corazón," "ánimo," "alguno," "ser," "cadáver," "cuerpo," "deseo," "voluntad," "apetito." En ningún caso se dice que es inmortal, sino lo contrario. No sólo se le representa como capaz de morir, sino como sujeta a la muerte por naturaleza. El salmista declara en Salmos 22:29 que el hombre "no puede conservar la vida a su propia alma," y en versículo 20 del mismo salmo, ruega a Jehová diciendo: "Libra de la espada mi alma." En Salmos 56:13 David da gracias a Dios, diciéndole: "Porque has librado mi alma de la muerte." Finalmente, Ezequiel 18:4 declara: "El alma que pecare, ésa morirá." Debemos tomar en cuenta otra diferencia entre la enseñanza bíblica y la opinión popular. A todos nos es conocido el valor que se le atribuye a la supuesta alma inmortal. Frecuentemente oímos exclamar: "¡Oh, cuán valiosa es un alma humana! ¡Mundos incontables no se le pueden comparar!" Pero no encontramos nada de eso en las Escrituras; la opinión bíblica es totalmente opuesta. Por ejemplo, Santiago dice:
Y el salmista declara:
Y lo más expresivo de todo, Isaías afirma:
Existe solamente un pasaje que parece un poco diferente a esto, el cual es el siguiente:
Frecuentemente se cita este pasaje en justificación del sentimiento popular; pero en seguida se comprobará que las palabras no describen el valor absoluto de la vida del hombre, sino simplemente el valor que tiene para el hombre mismo. Expresan el principio de que un hombre que sacrifica su vida para obtener algo que al morir no podrá poseer ni disfrutar, comete la más grande locura. ¿Insistirá alguno que el pasaje citado se refiere al "alma inmortal" de la creencia popular? Entonces recuérdese que el mismo vocablo griego psiqué que en este pasaje se traduce "alma," en el versículo anterior se traduce "vida," de modo que si lo tradujéramos "alma inmortal" se notaría inmediatamente lo absurdo:
Qué terrible paradoja representaría esto para las personas que se afierran a la doctrina tradicional. Pero al comprender la palabra "alma" conforme al sentido que se le da en las Escrituras, percibiremos la belleza de la idea y la preciosidad de la promesa. Aquel que está dispuesto a sacrificar su vida en este siglo antes que negar a Cristo y rechazar su verdad, será recompensado con una vida más preciosa en la resurrección; mas el que renuncia a la verdad para proteger sus mezquinos intereses mortales, quedará excluido de la bendiciones de la vida venidera. La raíz de todo el asunto está en Génesis, donde se nos proporciona un relato de la creación del hombre. Los términos usados aquí no están de acuerdo en absoluto con la creencia popular, sino que coinciden enteramente con el concepto expuesto en este estudio:
Aquí se nos dice que Adán fue hecho del polvo, y lo que resultó fue el ser llamado hombre. "Pero," dice un oponente, "eso sólo se refiere a su cuerpo." Podemos decir que se refiere a todo lo que nos imaginemos. Esta clase de afirmación carece de valor. No hay nada en este pasaje ni en ningún otro de las Escrituras que indique la distinción popular entre el hombre y su cuerpo. La organización corpórea se llama aquí hombre. Claro está, no tenía vida antes de la inspiración del aliento de vida; sin embargo era hombre. La vida fue añadida para dar al hombre existencia viviente. La vida no era el hombre; era algo fuera de él, procedente de una fuente divina y que se infundió en el maravilloso mecanismo preparado para recibirlo. "Sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser [alma] viviente." Este versículo se cita frecuentemente para probar la doctrina común; o mejor dicho, se cita erróneamente, porque por lo general se interpreta "y sopló dentro de él un alma viviente"; pero en realidad establece lo contrario. ¿Qué cosa llegó a ser un "alma viviente"? Pues el ser formado de polvo. Por lo tanto, si el uso de la frase "alma viviente" prueba la inmortalidad e inmaterialidad de alguna parte de la naturaleza humana, tal prueba se refiere al cuerpo, porque fue eso lo que llegó a ser un "alma viviente." Pero, por supuesto, eso sería absurdo. La idea expresada en el pasaje que estamos tratando es sencilla y racional, es decir, que el ser previamente inanimado fue hecho un ser o alma viviente cuando recibió vitalidad. Pero no recibió inmortalidad, pues aunque llegó a ser un alma viviente, no se dice que se convirtió en un ser "eterno" o "inmortal"; aunque sin duda habría seguido viviendo si el pecado no hubiera traído la muerte. Pero, con todo lo que Adán podría haber sido en su constitución original, se promulgó el decreto de que dejara de ser; que volviera al estado de inexistencia del cual había surgido por medio de un poder creador; que muriera. Y esto constituye la más grande refutación que podría adelantarse acerca de la inmortalidad del hombre. Se le dijo a Adán que en el día que comiera del árbol prohibido, ciertamente moriría (Génesis 2:17). Cualquier duda acerca del significado de esta sentencia es aclarada por los términos en los que se enunció cuando el hombre desobedeció:
Decir que esta sentencia se refiere sólo al cuerpo del hombre y que no afecta su existencia personal, es jugar con las palabras. La personalidad a la que se dirigen estas palabras es obviamente inseparable del cuerpo del hombre: "Polvo eres." ¿Qué podría ser más enfático? "Al polvo volverás." Estas palabras prueban conclusivamente que es la personalidad del hombre, o en todo caso su base indispensable, la que pasa por la disolución. Abraham expresa el siguiente punto de vista:
Este es el concepto que Abraham tiene de sí mismo; algunos de sus amigos modernos lo habrían corregido: "Padre Abraham, estás equivocado; tú no eres polvo y cenizas, sino sólo tu cuerpo." Sin embargo, la creencia sencilla de Abraham es más digna de confianza que "la sabiduría [filosófica] de este mundo," que Pablo califica de "insensatez para con Dios" (1 Corintios 3:19). Pablo apoya a Abraham, diciendo en cuanto a su concepto de sí mismo: "Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien" (Romanos 7:18), y nos dice en general: "Que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas" (Colosenses 2:8), contra las cuales debemos guardarnos de una manera especial en este asunto. Santiago 1:9, 10 añade este testimonio:
Lo cual es como una reiteración de las palabras de Job 14:1, 2:
Luego vienen las palabras de Salomón, el más sabio de los hombres:
La persona que cree en la inmortalidad del alma se impacienta ante la declaración "ni tiene más el hombre que la bestia." Al principio, imagina que procede de una pluma menos autorizada que la de Salomón; la califica de detestable; sin embargo, está allí en la Biblia misma, con inequívoco énfasis, como una arrolladora condenación del lisonjero dogma que exalta la naturaleza humana para igualarla con la Deidad. Conclusion Es de suma importancia que se reconozca esta verdad. Es imposible discernir el plan de la verdad bíblica mientras se tenga un error fundamental sobre la naturaleza del hombre. Se hallará que la doctrina de la inmortalidad del alma es el gran error del siglo, el inmenso engaño que se desparramó sobre todo el pueblo como un velo, el gran obstáculo para el progreso del verdadero cristianismo. Verdaderamente, las palabras no pueden describir adecuadamente el daño que esta doctrina ha causado. Ha dejado la Biblia incomprensible y ha promovido la incredulidad por ser incompatible con los rasgos históricos y morales de la Escritura. Ha quitado la vitalidad de la religión al destruir su significado y vestir el tema con un misterio que no le corresponde. La ha despojado de su vigor y la ha reducido a algo afeminado que los hombres de mente robusta repudian y dejan de un lado, y sólo los sentimentales y románticos le prestan atención. Arrojémosla a los topos y murciélagos y aceptemos humildemente la evidencia de los hechos y el testimonio de la palabra infalible de Dios. Robert Roberts Los Cristadelfianos somos una comunidad mundial de estudiantes de la Biblia. Si quisiera saber más acerca de nosotros y nuestras enseñanzas, por favor tomese unos momentos para navegar a través de www.labiblia.com. Tenemos aquí un muy amplio surtido de información acerca de nuestras creencias, y las verdaderas enseñanzas de la Biblia
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