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La Cristiandad Extraviada Introducción | El Evangelio es Racional Introducción Pero el evangelio supera estos sistemas en su poder de producir los resultados que ellos buscan, por medio de un elemento del cual todos los esquemas de sabiduría humana están necesariamente carentes. En teoría la moralidad puede influir en las mentes superiores; pero carece del poder de levantar al caído o desarrollar frutos morales en las mentes naturalmente estériles. Apela a la mente instruida y a la aspiración moral; por tal razón es impotente con la vasta mayoría de la humanidad. El Evangelio es Racional Sin embargo, desarrolla estos resultados por medio de un proceso inteligente. Opera a través de las ideas que comunica a la mente. No hay nada inexplicable en su modo de operación. Su amor es un asunto de afirmaciones específicas, a ser realizadas por fe, y no una misteriosa influencia que se introduce milagrosamente en el corazón. Sus esperanzas son el producto de promesas definidas, comprendidas y creídas con firmeza, y no de éxtasis desordenados de origen incomprensible. Todas sus operaciones son efectuadas sobre principios estrictamente racionales. Diseñado para la naturaleza humana, se adapta a su constitución mental, y es poderoso en sus métodos naturales para elevar y purificar a todos los que se someten a sus enseñanzas y le dan cuidadosa atención. La Venida de Jesus es un Elemento Esencial del Evangelio Por la segunda venida del Señor Jesús se entiende el suceso que el lenguaje bíblico obviamente da a entender, es decir, el regreso del cielo a la tierra de nuestro Salvador, quien ahora está a la diestra de Dios. Es necesario admitir que Cristo estuvo realmente en la tierra entre los hombres, y que ascendió corporalmente al cielo después de la resurrección. La proposición, entonces, es que en un cierto momento descenderá del cielo tan real como cuando ascendió, y aparecerá en persona en la tierra como el mismo Señor Jesús que vivió en Judea entre judíos y romanos. Afirmo que esto es la enseñanza de la palabra de Dios, y estoy especialmente ansioso de demostrar que esta es la esencia de la verdadera esperanza cristiana. Primero démonos cuenta de que los apóstoles declaran que hay sólo "una esperanza," como también sólo "una fe y un bautismo." Esta es la enseñanza de Pablo en Efesios 4:4: "Un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación." Que esta esperanza es un componente esencial del evangelio, es evidente en las palabras de Pablo en Colosenses 1:5, donde hablando de "la esperanza que os está guardada en los cielos" (estando Cristo allí), dice: "De la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio." Todavía dice más: "Porque en esperanza fuimos salvos" (Romanos 8:24). Y solemnemente asegura a los hebreos que su salvación final depende de su adherencia a esa esperanza. Sus palabras son: "La cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza" (Hebreos 3:6). Sus palabras a los colosenses son igualmente contundentes en este punto:
Es Importante que Entendamos el Verdadero Evangelio Antes de presentar un testimonio específico sobre la venida del Señor, será de provecho ocuparnos por un momento del ministerio personal de Cristo cuando estaba aquí en la tierra. Durante su peregrinaje en la tierra de Judea, donde viajó constantemente durante tres años haciendo obras maravillosas para demostrar que su misión era divina, proclamó las cosas del reino de Dios, y afirmó su calidad de Mesías en conexión con el reino, tal como lo he demostrado en estudios anteriores. Esta proclamación tuvo el efecto de atraer muchos discípulos, haciendo que lo consideraran como el ungido rey de Israel, destinado a realizar "la redención de Israel" de manos de los romanos y todas las otras naciones, estableciendo triunfalmente el reino de Dios sobre toda la tierra. Este punto de vista sobre Cristo, creado en la mente de sus discípulos por medio de las enseñanzas de su Maestro, es condenado por millares de personas sinceras pero equivocadas. Vimos en un estudio anterior cuán inapropiada fue la condenación, y cuán escritural es el punto de vista condenado. Cristo y los Santos Reinarán Aquí en la Tierra
Ellos también notaron la enseñanza del Señor para el mismo efecto en los siguientes ejemplos: "Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá" (Mateo 24:46,47). "Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor" (Mateo 25:20,21). "Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas. El le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades" (Lucas 19:16,17). Otra vez Jesús dice a los principales sacerdotes y ancianos de los judíos: "El reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él" (Mateo 21:43). En el tiempo en que Jesús usó las últimas palabras citadas, los principales sacerdotes y gobernantes estaban en posesión del reino de Israel, el cual habiendo sido originalmente establecido por Dios, fue llamado el reino de Dios. Ahora la mayoría de las personas pueden entender el significado de la predicción de que el reino les sería quitado. Por la historia saben que la forma de gobierno judía fue abolida, y que en cumplimiento de la predicción de Cristo, sus gobernantes fueron depuestos de sus asientos de autoridad, y miserablemente destruidos en los terribles juicios que cayeron sobre la ciudad de Jerusalén. Pero al leer la segunda parte de la cita, entonces tropiezan. "Será dado a gente que produzca los frutos de él." La mayor parte de la gente entiende lo que fue quitado, pero ¿qué de lo que sería dado? La cosa dada tiene que ser la misma cosa que es quitada; así, el reino de Israel, que fue quitado a los principales sacerdotes y fariseos, será dado a "gente que produzca los frutos de él." Esto es evidente en sí mismo. Lo único que requiere definición es cuál es la nación productora de frutos; Esto es fácilmente contestado. Jesús dijo a sus discípulos: "No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino" (Lucas 12:32). También añade, en respuesta a la pregunta de Pedro, "he aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?"
De nuevo, cuando los discípulos estaban reunidos en la última cena, les dijo:
Aquí encontramos una identificación completa de la "gente que produzca los frutos de él." Esa nación está formada de los discípulos de nuestro Salvador, quien siendo "el heredero," es también su cabeza. Ellos son señalados por Pedro como "linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios" (1 Pedro 2:9), coincidiendo con el testimonio de que ellos heredarían el reino de Dios que fue quitado a los fariseos, y el cual, aunque ahora en ruinas, será restaurado en gloriosa plenitud. Cristo Mismo Confirmó la Naturaleza del Reino La primera fue cuando la madre de los hijos de Zebedeo vino con sus dos hijos, Santiago y Juan, diciendo: "Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda" (Mateo 20:21). Tomando en cuenta el punto de vista popular, éste era el momento de expresar la condenación de la mal dirigida ambición carnal y terrenal que supuestamente indicaba la petición. Sin ninguna duda, el Salvador, quien no tardaba en corregir los conceptos equivocados de sus discípulos y en amonestarlos con severidad, lo habría hecho si la solicitud hubiera sido realmente de tal naturaleza que lo ameritara. Pero, ¡cuán diferente es su respuesta! ¡Ninguna palabra de censura! ¡Ni el mas leve susurro que implicara amonestación! Más bien, una directa e ilustrativa confirmación de la idea incorporada en el fondo de la petición de la madre. "No sabéis lo que pedís," respondió, "...el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado por mi Padre" (Mateo 20:22,23). Por consiguiente, en vez de declarar inadmisible su pedido, él deja constancia de que la posición solicitada será dada a aquellos para quienes está preparada. La segunda ocasión ocurre después de la resurrección. Jesús se juntó con dos de sus discípulos que caminaban hacia la villa de Emaús (Lucas 24:13), pero veló sus ojos para que no lo reconocieran. Ellos conversaron con él sobre el tema de su propia muerte. En el curso de la conversación, uno de ellos, expresando el punto de vista generalmente compartido por los discípulos, dijo: "Nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel" (Lucas 24:21). Aquí había otra oportunidad de explicar su equivocación, de haberla habido; pero de nuevo encontramos una total ausencia de cualquier impresión de tal naturaleza. El los amonestó, pero no se refirió a lo que ellos creían, sino a lo que no creían. "¡Oh insensatos," exclamó, "y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?" (Lucas 24:25,26). El les reprochó por no entender sus sufrimientos, no por creer en su gloria real. La tercera ocasión fue inmediatamente anterior a la ascensión. Se señala en Hechos 1:6, que cuando Jesús y sus discípulos se reunieron, éstos le preguntaron, diciendo: "Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?" Ellos habían tenido sus ojos abiertos al hecho y necesidad de sus sufrimientos; pero viendo que estos se habían cumplido y que había resucitado glorioso de entre los muertos, evidentemente pensaron que al fin había llegado el tiempo cuando su acariciada esperanza de la restauración nacional bajo el Mesías sería realizada. Así que le preguntaron si él haría posibles sus deseos en aquel tiempo. Es un hecho notable, que esta pregunta fue hecha después de que Cristo había hablado a los discípulos "durante cuarenta días acerca del reino de Dios" (Hechos 1:3). Este hecho sugiere que la pregunta estaba basada en las enseñanzas recibidas durante ese tiempo. De todos modos, ¿cómo fue recibida la pregunta? ¿Con desaprobación y amonestación? No; antes bien, como en el caso anterior, con una respuesta confirmatoria: "No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad" (Hechos 1:7). Esto equivalió a afirmar que "tiempos y sazones" habían sido señalados para el suceso contemplado en su pregunta. Es decir, que el suceso denominado "la restauración de Israel" realmente sucedería en el transcurso del tiempo, pero que no les correspondía saber cuándo. Cuán inapropiada habría sido tal respuesta, de haber estado equivocada su suposición sobre el hecho de la restauración. El Error de los Discípulos Los modernos han ido exactamente al otro extremo. Ellos no esperan de ningún modo el reino de Dios. Magnifican el sacrificio de Jesús hasta proporciones contrarias a la Escritura, y omiten totalmente su reinado. Excluyen el reino de Dios, ignorándolo y no creyendo en nada referente a él; mientras que la muerte de Cristo domina y ensangrienta todas las doctrinas de su sistema religioso. Los discípulos sólo vieron al rey en Cristo, y esperaron su manifestación en su propio tiempo; los modernos sólo ven el sacrificio, y consideran cumplida su misión en la salvación de supuestas almas inmortales en el momento de morir. El Error Corregido Por consiguiente, cuando "fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos," ellos se quedaron "con los ojos puestos en el cielo," evidentemente maravillados del suceso inesperado e inexplicable. ¡Cristo había sido separado de ellos de nuevo! Ellos fueron completamente incapaces de entender esta nueva desilusión. Su esperanza había sido levantada hasta el más alto nivel por un compañerismo de cuarenta días, y la tristeza que los había invadido durante el encarcelamiento de su Maestro en la tumba, había sido borrada por una dulce comunión en las cosas concernientes al reino de Dios. Ahora, de nuevo, su Señor y Maestro, su mejor amigo, su esperanza y salvación, aquel en quien se concentraba todo su afecto y ferviente deseo, los había dejado. ¿Qué harían? Habían sido de nuevo lanzados al mundo, de nuevo a la perplejidad. Pero esta vez el alivio estaba a la mano:
Aquí comienza el testimonio específico en apoyo del tema de este estudio. Los discípulos fueron confortados en su perplejidad por la seguridad de que Jesús vendría de nuevo; Este fue el bálsamo administrado a sus espíritus turbados; la esperanza por medio de la cual se resignaron a la ausencia de su Señor y Maestro. De aquel día en adelante, se volvió la doctrina central alrededor de la cual se movían todas sus enseñanzas, la característica esencialmente distintiva y constantemente prominente de las buenas nuevas que ellos proclamaban. Jesús mismo les había enseñado repetidamente la doctrina de su regreso, aun antes de su crucifixión. La parábola del hombre noble (Lucas 19:11-27) fue dicha con este propósito, pues se dice que él la usó "por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente." Su enseñanza es muy clara:
En esta forma, los discípulos fueron informados de que Jesús sería llevado al cielo para realizar una labor de preparación y ser investido con poder, para más tarde retornar a la tierra y entonces juzgar a sus siervos, premiándolos con el gobierno de diez ciudades o con la ignominia de un vergonzoso rechazo, según sus méritos (léase el resto de la parábola). Esta fue una ampliación de su otra declaración: "Te será recompensado en la resurrección de los justos" (Lucas 14:14), una resurrección que se lleva a cabo hasta cuando "el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo" (1 Tesalonicenses 4:16). La parábola de las diez vírgenes tiene el mismo propósito. El esposo ausente sustituye al Cristo ascendido, y las vírgenes esperando, a los que "esperan su venida." Además de otras parábolas con la misma intención, Jesús había dicho claramente: "Vendrán días cuando el esposo les será quitado [a los discípulos]" (Mateo 9:15). También lo había asegurado sin figuras: "Si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo" (Juan 14:3). La Segunda Venida en la Enseñanza de los Apóstoles Por supuesto, este sistema no trató de excluir, sino que incluía y necesitaba la doctrina del sacrificio de Cristo por el pecado, y la necesidad de arrepentimiento y regeneración personal; la segunda venida del Señor era buena noticia solamente para aquellos que lo amaban y estaban preparados para reunirse con él y aptos para estar con él. Aun así, fue la gran doctrina de la cual dependían las demás. Encontramos a Pedro enseñando en uno de sus primeros sermones después de la ascensión de Cristo:
El mismo apóstol, escribiendo a los ancianos entre "los expatriados de la dispersión," repitió la doctrina en el siguiente contexto: "
Entonces, en lo que se refiere a los primeros discípulos de nuestro Señor, está plenamente demostrado que la segunda venida era su gran esperanza, en realidad, su única esperanza; pues, ¿qué otra esperanza podían tener? Ellos amaban entrañablemente a su Maestro y sabían que su retorno sería su propia liberación de las imperfecciones de un cuerpo pecaminoso, y de las aflicciones de hombres malvados; no solamente esto, sino también el establecimiento en la tierra de "gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres." ¿A qué otro suceso podían mirar con cristiana esperanza más que la venida de Cristo? ¿A qué otro evento podían mirar con alguna esperanza? Ningún suceso de su vida tenía promesa para ellos; y ¿qué había en la muerte sino un puente luminoso hacia la resurrección? Para ellos no tenía nada del engaño con que las modernas predicaciones la han adornado. Ellos no reconocían "una gloria inmediata tras una muerte inmediata." Para ellos la muerte, en vez de ser "vestíbulo del éxtasis," era la "puerta de la corrupción." Era la esclavitud de aquella mortalidad hereditaria, de la cual Cristo había venido a liberarlos; el desolador sueño sepulcral en el cual dormirían profundamente hasta el regreso de su Maestro, quien los despertaría a una resurrección incorruptible, cuando dirían: "¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Donde, oh sepulcro, tu victoria?" Su esperanza no era la muerte, sino el regreso del Señor, al cual inevitablemente estaban dirigidas sus esperanzas personales y temores, y todas sus expectaciones referentes al cumplimiento de las promesas de Dios. Ahora bien, de la misma manera que a los apóstoles, ocurrió a aquellos que más tarde se convirtieron a la fe cristiana. El evangelio predicado portaba las mismas esperanzas que llenaban los corazones de los predicadores. Habiendo ofrecido la inmortalidad como base, el sacrificio de Cristo como el medio presentado para el ejercicio de la fe, y el reino prometido como la herencia en la cual la inmortalidad sería disfrutada, todo esto los llevó naturalmente a la idea de que la venida de Cristo era el magno evento a realizarse. Porque todas las promesas contenidas en el mensaje señalaban la "revelación de Jesucristo" como el tiempo del cumplimiento. ¿Deseaba Pablo alcanzar la resurrección de entre los muertos? (Filipenses 3:11). El esperaba estar incluido entre "los que son de Cristo, en su venida" (1 Corintios 15:23). ¿Ansiaba él la "corona de justicia" que recibiría del "Señor, juez justo"? (2 Timoteo 4:8). El no esperaba esto, sino hasta "en su manifestación y en su reino" (4:1), refiriéndose a "aquel día" en el versículo 8. ¿No fueron éstas las esperanzas comunicadas por el evangelio a todos los que lo abrazaron? Resurrección a vida eterna y herencia en el reino de Dios, es la salvación ofrecida a todos los hijos de Adán sin distinción de época o condición. Si un hombre recibe aquella promesa de salvación en el sentido de creerla, entonces "descansará en esperanza." ¿En esperanza de qué? Del cumplimiento de la promesa. El puede trabajar con gran devoción en la obra de prepararse, ocupándose en su salvación con temor y temblor; puede seguir la justicia con dedicación, cuidando la vida moral con entusiasmo; puede ocuparse en la prosecución de cualquier trabajo benevolente, y obtener placer en presentar el evangelio a sus vecinos. No solamente puede hacerlo, sino que debe hacerlo, si va a ser un siervo acepto cuando el Señor venga a pedirle cuentas de su mayordomía. Pero, ¿cuál es el sentimiento más íntimo de su naturaleza, si él sigue siendo un verdadero hombre? Esperanza, o mejor dicho, constante y ansioso deseo por la salvación que él predica a otros. Cansado de sus propias imperfecciones y faltas como un ser humano perecedero, anhela la inmortalidad prometida; afligido por la perversión e injusticia prevalecientes, presentadas a su alrededor en forma política y social, anhela ser testigo y participante de la perfección del reino de Dios. Como "lo que se espera" no puede ser obtenido sino hasta la venida del Señor, ¿no está claro que la venida será la máxima esperanza en su mente? No importa si no es probable que ocurra durante su vida; porque, sea que viva o muera, será el tiempo de su liberación, e igualmente importante como un asunto de contemplación futura, mil años antes del evento, como para un cristiano contemporáneo con el evento. El Evangelio Distorsionado por la Idea de la Inmortalidad del Alma ¡Qué terrible perversión! ¡Qué fatal incredulidad! Es el fruto natural del árbol corrupto en el cual crece. Si la creencia popular sobre el estado de la muerte fuera correcta, entonces la negación de la venida de Cristo, la resurrección y el reino sería el resultado lógico, y la gente tradicionalista que va hasta aquel extremo solamente estaría razonando en forma coherente. Pero si se retira la doctrina de la inmortalidad del alma, la raíz de todos los males en sentido teológico, entonces la armonía es restaurada. Vemos a los justos muertos durmiendo en corrupción, y percibimos la necesidad de la venida del Redentor a despertarlos a la incorruptibilidad y la vida, y la importancia esencial de tal suceso como el objeto de esperanza durante sus vidas mortales. La Segunda Venida en las Epistolas
Resulta innecesario cualquier comentario sobre estos testimonios elocuentes. Su escrupulosa claridad no deja lugar para discusión. Demuestran que la esperanza de los primeros cristianos fue diferente de la de los religiosos modernos, y que hacían de la venida del Señor un asunto de interés personal. Jesús mismo los había exhortado a estar vigilantes: "He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela" (Apocalipsis 16:15). También había dicho:
La Incredulidad del Mundo ¿Cómo es que esos hombres están tan ciegos ante la doctrina evidente del Nuevo Testamento? Debido a que, bajo la guía de una teoría falsa, creen que la muerte determina la situación eterna de cada persona para bien o mal, mientras en realidad la muerte no determina nada de esto. Solamente nos lleva a la oscuridad y al silencio hasta la venida de Cristo. Ese será el gran momento decisivo "en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres" (Romanos 2:16). Benditos los que están preparados para su llegada. Felices aquellos que "aguardan la manifestación gloriosa"; tres veces felices "los que aman su venida;" porque solamente a ellos "aparecerá por segunda vez para salvar a los que le esperan." Estimado lector: arrepiéntete de tus mundanas insensateces. Escucha el buen mensaje que te manifiesta la Biblia. Aprende la verdad en sus olvidadas páginas, y dejando atrás tus errores y desatención, da obediencia a los requerimientos celestiales. Entonces aguarda con esperanza la venida del Hijo del Hombre para que puedas ser de él en el día cuando reúna a sus santos. Robert Roberts Los Cristadelfianos somos una comunidad mundial de estudiantes de la Biblia. Si quisiera saber más acerca de nosotros y nuestras enseñanzas, por favor tomese unos momentos para navegar a través de www.labiblia.com. Tenemos aquí un muy amplio surtido de información acerca de nuestras creencias, y las verdaderas enseñanzas de la Biblia |
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